"La búsqueda de los estilos de vida es la expresión codificada de la vida cotidiana".
Lunes 12:00 p.m. hace un día soleado, cielo despejado y una suave brisa veraniega, algo insólito para un 3 de octubre.
De camino a casa decido sentarme en un banco, dejar la mente en blanco y ver la gente pasar. Oigo voces que dicen: "Deja de perder el tiempo", respondo: "no lo hago, siéntate". Ves gente pasar, gente diferente, y todos por el mismo suelo, oyes el tráfico y te relajas. Te das 10 minutos más para disfrutar de esa placentera situación y comienzas el paseo.
Avanzas por la calle, y te topas con un grosero ejecutivo, traje impecable, móvil de última generación que se separa de su oreja y maletín. Se le ve estresado, anda deprisa y grita al aparato.
Más adelante, ¡vaya! Una estudiante, grandes ojeras, termo de café en una mano y mil libros en la otra; sudada y despeinada, se le ve agobiada, preocupada, algún examen. Va corriendo y no se detiene ni un segundo, no observa a nadie, tanto es así que se ha perdido la risa del niño pequeño que paseaba a su lado. Grandes mofletes y rechonchete, incapaz de para de reír. Aparece ese espíritu maternal que todos tenemos dentro. Madre joven sonríe y tararea una canción, se les ve felices, despreocupados.
Giramos a la izquierda y entramos en un parque, en uno de los bancos unas señoras mayores disfrutan del espléndido día, chismorrean y ríen, todas con sus bolsas del super. Tienen una pensión baja, dificultades para llegar a fin de mes, pero en vez de amargarse por ello, deciden reír, son felices. Admirable, algún día quiero ser como ellas.
Atravesando el parque, un señor de mediana edad sentado en un banco leyendo un libro. Con una gran sonrisa, probablemente en paro, y sin saber cómo sobrevivir a este octubre, pero decide despejarse. Sabe que hay caminos más fáciles, pero elige ser feliz aunque no se den las circunstancias óptimas.
Salimos del parque, llegamos a una concurrida calle de la ciudad, donde un gran cartel anuncia: "¡Bienvenidos al mundo del consumismo!" "¡Derrocha todo lo que puedas!" La gente corre de tienda en tienda como si del fin del mundo se tratase. Bolsas y más bolsas. Empujones y gritos. Trastos innecesarios que irán al fondo del armario, tendrán suerte si algún día ven la luz. La gente corre, empuja. Agobiante. A un lado de la calle, discusión madre-hija sobre la tienda a la que acudir y la cantidad de dinero a gastar. Eso sí, con 5 bolsas cada una. Justo enfrente, un inmigrante con un acordeón tocando música clásica, un buen acompañamiento para el magnífico día. Nadie es capaz de apreciarlo, disfrutar de ese sonido maravilloso. En el suelo un cartel donde pone "gracias" y algunos céntimos reposan a su lado.
Giramos de calle y ¡vaya! Una manifestación. Caras tristes, lágrimas por las mejillas y familias destrozadas que se preguntan el por qué ellos, en dónde fallaron o qué hicieron para merecer aquello.
Avanzamos un poco más y otro hombre en una esquina, este come un trozo de pan, no tiene dientes y se le ve en peores condiciones que el anterior. Nos acercamos y le preguntamos: ¿Qué es la vida? Responde: Un regalo, que pocos saben apreciar.
Justo por delante pasa un señor mayor, boina y bastón, cojea de una pierna, pasea, disfruta del bonito día y luce con orgullo su sonrisa desdentada.
Saco la llave y abro la puerta, huele a comida.
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